11.1.06

Calentando motores

Las buenas costumbres se pierden rápido. Así que como este año me he propuesto ser una persona nueva, organizada, ordenada y con la cabeza bien amuebladita, tengo que cambiar mi relación con internet. De momento el Messenger debe desaparecer. Mi relación con lo virtual debe reducirse al blog (y de verdad, que lo de las últimas semanas es imperdonable)

En el capítulo anterior se había desatado una tormenta de nieve de aquí te espero. Pues bueno, nosotros no esperamos, nos fuimos a la frontera con Chequia a un pueblo repoblado de tailandeses que se dedican exclusivamente a acosarte y tratar de venderte imitaciones de ropa de marca. No más cristal de Bohemia. Y yo que no soy muy fetichista de las marcas no me llevé nada, porque era todo feo. Me quedo con la imagen llena de copos de una cabaña con tailandeses. La versión mileniarista (¿mineralista?) del portal de Belén.

Luego rápidamente vuelta a casa. Navidades de mimos, comer, viajar al lejano Norte, regalos, salidas, amigos... en fin, que daban ganas de quedarse. La estancia en Teutonia era como un paréntesis extraño que apenas conseguía recordar. La Nochevieja la pasé en compañía de gente muy importante. De invitada de honor estaba una transamiga (amiga de amiga), de China, que nos reveló los secretos de las tiendas de importación chinas (respuestas a preguntas tipo "y eso reseco ¿qué es?). También conocí a Hipona, que ni muerde ni se parece a Lord Cromwell. Una persona con la que se puede hablar de todo y con la que estuve a gusto desde el primer momento.

La vuelta me dio más pena que la primera vez, pero por otro lado tenía muchas ganas de venir y de retomarlo todo. Ahora está aquí mi habitación, mis libros, mi ropa y tengo amigos, así que no ha supuesto ningún trauma. Como guinda, hace frío pero brilla el sol y no hay ni una sola nube y parece todo una anuncio de compresas.

De nuevo la cita de los martes en el club de Erasmus. Me parecía que todo el mundo venía más guapo, o sería yo que venía más predispuesto. El caso es que un tocayo mío polaco, llamémosle Baobazky, con el que no hablaba desde que comenzó el curso, pues oye, como que lo vi también muy guapo detrás de esos ojos azules. Vamos, que he recuperado el ánimo, la libido y la alergia a esta puta moqueta...