26.5.05

Snif

Al final escribo porque me apetece, aunque no haya pasado nada últimamente y no deba hacerlo por estos trabajos...
He estado pensando en los olores estos días. Me recomendaron hace tiempoEl Perfume, de Patrick Süskind (que, por cierto, significa "niño dulce"), me lo leí y me gustó mucho (excepto el final que lo ventila muy rápido). Describe cada uno de los olores con mucha sensibilidad.
No soy una persona con mucho olfato en el sentido de intensidad, pero sí reconozco muy rápidamente los olores y los guardo en mi registro mental. De colonias tengo muy identificadas Agua de Loewe y Le Male. Ésta última era mi preferida hasta que un día entré en el Gris y descubrí lo que para los demás significaba esa colonia. No sé cuántos de ahí la llevarían, pero echa un tufo del que no eres consciente cuando la llevas encima. Desde entonces sólo me la pongo muy de vez en cuando y midiendo las cantidades con precisión de químico. Otra colonia que huele muy bien es CK1, si no me equivoco con el nombre. Es una colonia unisex que me recuerda a una compañera de clase que ha conseguido, a base de llevarla varios años seguidos, hacer de ese olor el suyo propio. Es curioso porque en cualquier otra persona adquiere un olor distinto y es muy desconcertante. La de Lacoste también tiene mucha personalidad y tiene un punto excitante.
Pero no sólo las colonias. Hay más olores alrededor. Un olor muy desagradable es el de las manos de la gente que toma mucho café, que suele ir acompañado de un mal olor de aliento, como a polvo, especialmente si fuman puede llegar a ser repulsivo.
Si está limpia, lo mejor es el olor de la piel al natural, creo que nada lo supera, quizá porque para percibirlo haya que estar muy muy cerca...
Y luego están los olores del ambiente. En Asturias hay muchos, buenos y malos, pero con personalidad. La hierba cortada, el salitre del mar, el cuchu, los eucaliptos... Por eso cuando algo huele, la mayoría de las veces me recuerda a allí.
El año pasado que llovió tanto en Madrid apareció un olor que casi tenía olvidado. En Oviedo, cuando mi abuela aún vivía, yo solía dormir en una habitación que daba al norte, hacia esas casas de ladrillo vitrificado que construyen por todas partes allí. Olía a humedad y a goma y a barro. Ese olor siempre iba asociado a mi imagen tratando de quedarme dormido y los coches pasando fuera, haciendo "fssh" la rueda contra el asfalto mojado.
Y de fondo un ligero olor a la sopa de pollo con la que nos obsequiaba siempre que íbamos a verla.