11.7.05

Life Style

Esta semana no escribo mucho porque estoy inmerso en apuntes para sacar las dos asignaturas que querría sacarme antes de marcharme de vacaciones (de nuevo). Justo antes de los exámenes de julio estuve en Londres un par de días para tomar el avión que me traería de vuelta de Escocia.
Pensaba allí sobre la psicosis del mundo anglosajón sobre la seguridad. Recordé mi anterior vez en Londres, cuando interrumpieron el servicio de una línea por la aparición de un paquete sospechoso (y parecía que lo hacían habitualmente, porque nadie pareció extrañado). Dudaba de si tanta vigilancia, tantas cámaras por todas partes servirían para algo... y parece que no, para nada. Teniendo en cuenta que estuve la semana antes de la reunión del G8, supongo que el despliegue policial durante los días de la cumbre tuvo que ser mucho mayor. Y aún así no sirvió. Supongo que este nuevo ataque será una nueva excusa para reducir las libertades y que ahora ya no tendrán tanta repercusión las protestas para evitarlo. Hay que recordar que los británicos hasta ahora sólo se identificaban con el carné de conducir o con el pasaporte, pero no existía el carné de identidad como tal. Ahora el gobierno de Tony Blair (y estamos todo a la izquierda que se puede estar) pretender incorporar uno con datos biométricos del ciudadano. La polémica estaba en la calle, al menos cuando la intimidad tenía alguna importancia.
Se pondrán más cámaras, más policía, se controlarán más las aduanas... en el fondo todo esto me recuerda a otros periodos de la historia donde la gente era vasalla de un señor a cambio de ser protegida. Si comprendemos que los que nos protegen son los que están en la raíz del problema entonces estaremos cerca de la solución y, quizá, de una revolución.
Pienso en lo llamativas que me resultaban las fotos de urbanizaciones de lujo fortificadas junto a barrios de chabolas en México. O las mansiones del ingeniero y el propietario junto a las casas back-to-back de los obreros de las minas de finales del siglo XIX. Y en realidad la situación es la misma, pero no la vemos porque está muy lejos, no la ves haciendo un viaje en autobús. Es el engaño de la globalización. Ahora todo el mundo es una ciudad, una aldea (la aldea global es un término que parece que se pasó de moda) y lo problemas están en el barrio de al lado, que además es más grande que el nuestro.
"Seguiremos con nuestro estilo de vida". No sé exactamente qué quisieron decir con estas palabras, pero inmediatamente pensé en ropa de marca y niños trabajadores de Vietnam, en coches, petróleo e Irak.